El ayuno fue establecido por nuestro Señor Jesucristo: «Pero vendrán días en que les será quitado el esposo, y entonces ayunarán» (Mateo 9:15).
Los santos apóstoles y los primeros cristianos ayunaron: «Entonces ellos, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los dejaron ir» (Hch 13,3).
Pero Dios dice que hay ayunos que Él no acepta: «¿Por qué ayunamos, y no lo veis? ¿Por qué humillamos nuestras almas, y no lo sabéis? - He aquí que en vuestro día de ayuno hacéis vuestra voluntad y exigís trabajo duro a los demás. He aquí que ayunáis para pleitos y contiendas, y para golpear a otros con mano dura» (Isaías 58:3-4).
No debe sorprendernos que los escándalos aparezcan durante la Cuaresma, porque la Cuaresma es un tiempo en el que se pone al descubierto lo más profundo del corazón humano, y es necesario trabajar para preservar la paz con el prójimo: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos está en tensión, y los esforzados lo arrebatan» (Mateo 11, 12).
Es inaceptable exaltarse a uno mismo y menospreciar a los demás: «Al que no come, no le eches en cara que coma» (Rom. 14:3).
No debes ayunar para aparentar: «Además, cuando ayunéis, no os desaniméis como los hipócritas, pues adoptan rostros sombríos para aparentar ante los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya están recibiendo su recompensa. Pero vosotros, cuando ayunéis, ungíos la cabeza y lavaos la cara, para que no parezca que ayunáis ante los hombres, sino ante vuestro Padre, que está en secreto; y vuestro Padre, que ve en secreto, os recompensará» (Mt 6, 16-18).