La ira es una pasión pecaminosa, que se manifiesta como una fuerte insatisfacción con alguien o algo, mal genio. Este es el deseo de hacer el mal y de vengarse del prójimo. Es una de las pasiones pecaminosas más destructivas.
La ira como pecado es una manifestación pervertida de la “parte irritable” del alma. La ira razonable fue dada al hombre por Dios como arma, como fuerza del alma para resistir el mal. Como resultado de la Caída, este poder del alma fue distorsionado y se convirtió, para la mayoría de las personas, en el peor vicio.
Se permite la ira, dirigida, en primer lugar, contra los propios pecados y defectos, que empujará a la persona al arrepentimiento, a cambiarse a sí mismo y avanzar hacia Dios. En segundo lugar, cuando por los celos hacia la verdad o por el amor nos rebelamos contra el prójimo que peca y ofende a Dios y lo corregimos sin causarle daño. El salmista dice acerca de esa ira: “Temblad y no pequéis” (Salmo 4:5). También la ira encomiable se produce cuando resistimos con valentía al diablo y sus sugerencias.
Se permite la ira, dirigida, en primer lugar, contra los propios pecados y defectos, que empujará a la persona al arrepentimiento, a cambiarse a sí mismo y avanzar hacia Dios. En segundo lugar, cuando por los celos hacia la verdad o por el amor nos rebelamos contra el prójimo que peca y ofende a Dios y lo corregimos sin causarle daño. El salmista dice acerca de esa ira: “Temblad y no pequéis” (Salmo 4:5). También la ira encomiable se produce cuando resistimos con valentía al diablo y sus sugerencias.
RAZONES DE LA IRA
San Teófanes el Recluso decía que la ira y el resentimiento surgen de la vanidad, por la cual reconocemos y sentimos que valemos mucho, por eso, cuando alguien se atreve a no darnos lo que merecemos, nos enojamos y tramamos venganza. La presunción, la vanidad y la autoestima demasiado alta son causas comunes de resentimiento e ira.
Además, los santos padres dicen que una de las razones de la ira es la envidia, que se asocia con el pecado del amor al dinero. Por lo tanto, podemos concluir que la ira está estrechamente relacionada con otras pasiones pecaminosas y lleva inevitablemente a la perdición.
Además, los santos padres dicen que una de las razones de la ira es la envidia, que se asocia con el pecado del amor al dinero. Por lo tanto, podemos concluir que la ira está estrechamente relacionada con otras pasiones pecaminosas y lleva inevitablemente a la perdición.
CONSECUENCIAS DE LA IRA
A la ira la llaman “el asesino del amor”. La irritabilidad y la ira no son sólo causas de conflictos, sino que también matan esos sentimientos de amor, amistad, simpatía y respeto que tenemos por las personas. La ira y el odio le quitan a una persona la gracia de Dios que retiene y la privan de la razón.
La ira se combina fácilmente con otras pasiones: la ira junto con la codicia da lugar al odio hacia los pobres, la ira con el desaliento genera la desesperación, la ira con la soberbia lleva a la crueldad, al fanatismo y a la revolución.
Esta pasión dolorosa y feroz no puede ser ocultada. Es imposible ocultar o reprimir la ira, ya que se convierte en malicia y rencor, envidia y celos, lleva a peleas, escándalos, asalto y asesinatos.
Uno poseído por el demonio de la ira es capaz de levantar la mano incluso contra las personas más cercanas a él. Juan Crisóstomo decía que "las personas, inflamadas de ira, no reconocen a los presentes, no recuerdan el parentesco, la amistad, la decencia, la dignidad y, en general, no toman nada en consideración, sino que se dejan llevar completamente por esta pasión y se precipitan hacia el abismo. A menudo sucede que una persona enojada dice tal palabra o hace tal acto que destruirá toda su vida."
La ira se combina fácilmente con otras pasiones: la ira junto con la codicia da lugar al odio hacia los pobres, la ira con el desaliento genera la desesperación, la ira con la soberbia lleva a la crueldad, al fanatismo y a la revolución.
Esta pasión dolorosa y feroz no puede ser ocultada. Es imposible ocultar o reprimir la ira, ya que se convierte en malicia y rencor, envidia y celos, lleva a peleas, escándalos, asalto y asesinatos.
Uno poseído por el demonio de la ira es capaz de levantar la mano incluso contra las personas más cercanas a él. Juan Crisóstomo decía que "las personas, inflamadas de ira, no reconocen a los presentes, no recuerdan el parentesco, la amistad, la decencia, la dignidad y, en general, no toman nada en consideración, sino que se dejan llevar completamente por esta pasión y se precipitan hacia el abismo. A menudo sucede que una persona enojada dice tal palabra o hace tal acto que destruirá toda su vida."
CÓMO LIDIAR CON LA IRA
San Paisios del Monte Athos decía que el camino más fácil hacia la salvación es el amor y la humildad. Tan pronto como se desarrollen el amor y la humildad, el orgullo y la ira se agotarán y comenzará la agonía de las pasiones. Así, gradualmente, todas las pasiones morirán y todas las demás virtudes llegarán por sí solas.
Un signo de humildad es cuando una persona no sólo no quiere ver los pecados de los demás, sino que tampoco puede verlos, porque sus propios pecados oscurecen los pecados de los demás y porque a la luz de la gracia ve a Dios con demasiada claridad. El humilde edifica con amor a quienes lo rodean, prohíbe con tranquilidad y soporta sin cesar a quienes pecan durante mucho tiempo con la esperanza de su corrección. Aquí ya no hay lugar para la ira.
Es necesario contenernos y recordar que no podemos enojarnos ni por motivos justos ni por injustos, sabiendo que inmediatamente perderemos la luz de la prudencia.
"Dios nos manda a hacer el bien, a tolerar las ofensas y a no devolver mal por mal; el diablo aconseja lo contrario. Cuando hacemos el bien y aguantamos, obedecemos a Dios y resistimos al diablo, que enseña el mal y nos aleja de la paciencia. Y así, vencido por la paciencia, como perro apaleado con un palo, huirá de nosotros. Entonces Dios nos defenderá y lo alejará de nosotros. De esto también habla San Crisóstomo: “Al diablo hay que vencerlo con paciencia”.
¿Quieres no сederle y resistir al diablo? Cede ante la gente, no le resistas y no devuelvas mal por mal.
“No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien" (Romanos 12:21) (San Tijon de Zadonsk)
Además, en la lucha contra la irritabilidad y la ira, el principio de ponderación sirve mucho, es decir, sopesar todos los pros y los contras. Lo más importante aquí es hacer una pausa e imaginar lo que estamos perdiendo por culpa de la ira y la irritación. Se puede distraerse de los pensamientos de ira e irritación con algún tipo de trabajo.
Leer el Evangelio y los Salmos ayuda mucho a afrontar la irritación, los pensamientos oscuros y vengativos. Y aunque en un momento de irritación puede resultar muy difícil obligarse a leer, luego llega la calma.
Pero, ¿qué hay que hacer si ya se ha producido una disputa?
Es importante hablar con la persona, pero sólo en un momento cuando todo ya está tranquilo y los oponentes se han calmado. En un estado de irritación y desequilibrio emocional, una persona no es capaz de tomar la decisión correcta. Discutiendo la situación actual, es necesario hablar de forma directa, sincera y sin astucia. No hay que tener miedo de reconciliarse y ser el primero en pedir perdón.
“Si hay pelea entre hermanos, el primero que se arrepienta recibirá la corona de la victoria, pero el otro también será coronado si no rechaza el arrepentimiento, sino que hace de buena gana lo necesario para la paz” (San Efrén el Sirio)
Un signo de humildad es cuando una persona no sólo no quiere ver los pecados de los demás, sino que tampoco puede verlos, porque sus propios pecados oscurecen los pecados de los demás y porque a la luz de la gracia ve a Dios con demasiada claridad. El humilde edifica con amor a quienes lo rodean, prohíbe con tranquilidad y soporta sin cesar a quienes pecan durante mucho tiempo con la esperanza de su corrección. Aquí ya no hay lugar para la ira.
Es necesario contenernos y recordar que no podemos enojarnos ni por motivos justos ni por injustos, sabiendo que inmediatamente perderemos la luz de la prudencia.
"Dios nos manda a hacer el bien, a tolerar las ofensas y a no devolver mal por mal; el diablo aconseja lo contrario. Cuando hacemos el bien y aguantamos, obedecemos a Dios y resistimos al diablo, que enseña el mal y nos aleja de la paciencia. Y así, vencido por la paciencia, como perro apaleado con un palo, huirá de nosotros. Entonces Dios nos defenderá y lo alejará de nosotros. De esto también habla San Crisóstomo: “Al diablo hay que vencerlo con paciencia”.
¿Quieres no сederle y resistir al diablo? Cede ante la gente, no le resistas y no devuelvas mal por mal.
“No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien" (Romanos 12:21) (San Tijon de Zadonsk)
Además, en la lucha contra la irritabilidad y la ira, el principio de ponderación sirve mucho, es decir, sopesar todos los pros y los contras. Lo más importante aquí es hacer una pausa e imaginar lo que estamos perdiendo por culpa de la ira y la irritación. Se puede distraerse de los pensamientos de ira e irritación con algún tipo de trabajo.
Leer el Evangelio y los Salmos ayuda mucho a afrontar la irritación, los pensamientos oscuros y vengativos. Y aunque en un momento de irritación puede resultar muy difícil obligarse a leer, luego llega la calma.
Pero, ¿qué hay que hacer si ya se ha producido una disputa?
Es importante hablar con la persona, pero sólo en un momento cuando todo ya está tranquilo y los oponentes se han calmado. En un estado de irritación y desequilibrio emocional, una persona no es capaz de tomar la decisión correcta. Discutiendo la situación actual, es necesario hablar de forma directa, sincera y sin astucia. No hay que tener miedo de reconciliarse y ser el primero en pedir perdón.
“Si hay pelea entre hermanos, el primero que se arrepienta recibirá la corona de la victoria, pero el otro también será coronado si no rechaza el arrepentimiento, sino que hace de buena gana lo necesario para la paz” (San Efrén el Sirio)